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Juan Ángel Simón Piqueras, Fernando Iniesta Martínez y Alejandro López Hernández.
Definir
quien era G. F. Roskopf es algo complicado. Como a otros muchos genios
de la historia, él apenas disfrutó económicamente de los derechos de su
invento. Mal visto por sus compañeros de oficio, acusado de trivializar
el reloj, otros se enriquecían explotando su nombre y su invento. En
algunos momentos de la historia, ciertas personas han puesto al alcance
del pueblo instrumentos que hasta la fecha solo estaban en manos de
pudientes o profesionales, facilitando la vida de éstas personas,
reduciendo costes y manteniendo una gran calidad. Ese ha sido el papel
de G.F. Roskopf en la historia de la relojería; acercar el reloj al
pueblo, o como el mismo bautizó a su reloj, al proletariado. Si alguna
vez escuchan la historia de algún reloj que ha permanecido muchísimos
años bajo tierra o en otro tipo de condiciones pauperrimas, y a pesar de
ello sigue funcionando,no lo duden, casi con toda seguridad, se trata
de un Roskopf.
Georges Frédéric Roskopf. El comienzo del mito.
Georges-Frédéric Roskopf nació el 15 de
marzo de 1813. Niederweeler, Alemania. A los 16 años se trasladó a
Chaus-de-Fonds donde trabajó tres años de comercial con la marca Mairet
& Sandoz. A los 21 comenzó a trabajar como aprendiz con J. Biber, un
relojero de la zona. Un año después se casó con Lorrimer, mujer mucho
mayor que él y pieza clave en el futuro profesional de Georges, pues
financió su actividad profesional en los primeros años. Tras su
matrimonio, y gracias a la financiación de su mujer, Roskopf estableció
su negocio en el año 1835 en la rue Leópold Robert. Tuvo un hijo, Fritz
Edouard Roskopf que nació el año siguiente, y que en cierto modo forma
parte de la historia de este tipo de relojes como se verá más adelante.
En sus primeros años de negocio, Roskopf
se dedicaba a ensamblar relojes, compraba las piezas y montaba sus
relojes personalizados, como hacían tantos otros relojeros de su época.
Principalmente montaba relojes con escape de cilindro y de palanca para
Estados Unidos y Bélgica. Sus relojes eran de calidad, pero el negocio
no terminó de funcionar y decidió venderlo en el año 1850. En 1851
Roskopf fue contratado por una importante relojería de La Chaux-de-Fonds
donde cobraba nada menos que 5000 francos, un sueldo enorme para
aquella época. Además le permitieron seguir produciendo por su cuenta
relojes para su antigua clientela. Más adelante, cuando su hijo Fritz
Edouard pudo ayudarle, Roskopf se asoció con H.E. Gindraux, formando la
Roskopf, Gindraux & Co. Esta sociedad solo duró dos años, pues su
hijo se marchó a Ginebra a montar su negocio y Gindraux fue nombrado
director de la escuela de relojería de Neuchatel. Roskopf siguió en
solitario con la fabricación de relojes y germinando la idea de un reloj
al alcance de todos los bolsillos.
El diseño ideado por Roskopf.
Roskopf concibió la idea de producir un
reloj de bolsillo cuyo precio de producción estuviera por debajo de los
20 francos, y que sin embargo, fuese un reloj de calidad, difícil de
dañar y con una precisión correcta. De este modo estaba convencido que
para abaratar el reloj era necesario reducir el número de piezas que lo
componían al mínimo, un sistema de escape que abaratase la producción y
una caja de calidad sin ningún tipo de ornamentación. En principio,
estas ideas chocaban radicalmente con la idea de la relojería de la
época. En una ciudad donde todos los relojes fabricados eran de oro, que
alguien propusiese hacer un reloj con una caja de aleación barata, con
una máquina tosca, sin apenas rubies, era visto por muchos de sus
compañeros de oficio como una humillación.
Sin embargo, Roskopf estaba empeñado en
conseguirlo, y para ello, utilizó los siguientes recursos, de los cuales
el primero fue de su cosecha, y los demás si bien habían sido
utilizados ya, no eran los más empleados en la época:
- Suprimió la rueda de centro e incluyó una rueda suplementaria remachada sobre el barrilete, la cual actúa sobre el cañón de minutos. Esto permitió emplear muelles reales más grandes y fuertes, lo que facilitó que sus relojes funcionaran correctamente aún cuando estaban algo sucios o con aceites resecos. Además el muelle empleado era sin fin, lo que impedía que se rompiese por exceso de cuerda.
- Utilizó un escape sobre una plataforma independiente del reloj que fuese fácil y rápido de fabricar.
- Empleo del Áncora de clavijas, versión barata del escape de paletas (Se sustituyó las paletas de rubies por clavijas de acero. Aconsejado por Jules Grossman, quién se lo recomendó frente al escape de cilindro). Éste Áncora fue concebido en 1798 por L Perron.
- Empleó para darle cuerda un sistema de
remontaje en la corona que quedó libre de patente en 1867. Hasta la
fecha a los relojes que no pagaban la patente, se les daba cuerda
mediante una llave, y muchos siguieron sin incluir este sistema hasta
1880.
A pesar de su búsqueda de abaratar los
costes en muchos casos desestimó algunas soluciones por su falta de
calidad. Por ejemplo en un primer momento intentó que las esferas se
realizaran en papel grueso libre de componentes químicos que pudiesen
afectar a la maquinaria, algo que no fue posible. Frente al uso del
Latón, las cajas de los relojes se realizaron en plata alemana, una
aleación de cobre, zinc y niquel con la que se obtiene una bella
apariencia plateada (las primeras cajas se fabricaron a través de
Malleray hasta 1876. Posteriormente se fabricaron por Constant Hamel).
Otras innovaciones si fueron incluidas, a pesar de elevar
considerablemente el precio final del reloj. Por ejemplo, a finales de
1867 las piezas fabricadas por Roskopf tenían un sistema de remontaje de
cuerda por la corona, pero se ponían en hora moviendo con el dedo las
agujas del reloj, especialmente robustas para este menester. Roskopf
consideró conveniente añadir un sencillo sistema realizado por Raiguel,
Julliard & Co de Cortébert que permitía poner el reloj en hora a
través de la misma corona mediante el pago de una patente de unos 25
céntimos.
El reloj del proletario se hizo realidad.
La primera pieza surgida de las manos de
Roskopf se fabricó en 1867. Por este invento, Roskopf recibió la
medalla de Bronce en la exhibición mundial de París de 1868 como
reconocimiento de su exposición en la feria de 1867 en Amsterdam. En la
entrega de dicho premio, un descendiente del que sin duda es el mejor
relojero de la historia, Breguet, dijo: Cómo proporcionar al obrero
un reloj a bajo precio, para permitirle llegar al taller a la hora, ese
era el problema. Fue resuelto por un fabricante relojero, el señor
Roskopf, de la Chaux-de-Fonds, que ha tenido un éxito completo desde el
punto de vista de la calidad y el precio. Señores, el Comité, apreciando
el servicio así prestado a las clases trabajadoras, tiene el honor de
proponer que se den las gracias al señor Roskopf por su reloj del pobre y
de concederle una medalla de Bronce. Sin duda su reloj a pesar de
reducir considerablemente los costes, eran robustos, exactos, cuidados,
bien construidos y con buenos materiales.
Roskopf creó una manufactura que creaba y
ensamblaba todas las piezas de su reloj. El actuó personalmente como
coordinador en la producción y como agente comercial de su propio
producto. En cualquier caso, los comienzos no fueron fáciles, las ventas
tardaron en arrancar, se fabricaron lentamente y con problemas, y
muchas piezas no llegaron en un estado correcto (de las 24 docenas de
sistemas de escapes recibidos en la primera tirada, 3 de cada cuatro
docenas se devolvieron por mal funcionamiento). Finalmente fue necesaria
ayuda externa en el propio ensamblaje de las piezas. El comienzo de las
ventas se situó en enero de 1867 con un pedido de dos mil unidades, las
cuales no fueron entregadas en su totalidad hasta diciembre. Roskopf
contrató a Charles Léon Schimd, quien tuvo la genial idea de mostrar el
reloj a miembros del ejercito, y compañías ferroviarias. Curiosamente,
el reloj del proletario fue comprado en sus inicios por militares y
aristócratas. En marzo de 1870 se habían vendido 20.000 relojes del
proletariado. En este mismo año Roskopf presentó su segundo diseño, en
el que se incluyó el sistema de puesta en hora mediante la corona.
Desafortunadamente poco tiempo después,
en 1873, Roskopf no pudo continuar con sus trabajo debido a su deterioro
físico y al reciente fallecimiento de su mujer. El transfirió su
negocio a Wille Fréres y a su empleado de mayor rango, Charles Léon
Schimd. Ambos crearon la Roskopf Watch Co, empresa que vendió veinte
millones de relojes. Roskopf murió el catorce de abril de 1889, y si
bien pudo ser consciente de la importancia de su creación, nunca supo la
transcendencia que su invento tendría en el mundo de la relojería, pues
realmente en estas fechas es cuando “los roskopf” comenzaban a dominar
los mercados de la relojería popular. Roskopf no había podido patentar
su invento en Suiza en el momento de lanzamiento de su reloj y esta
patente no estuvo disponible hasta 1888, lo que originó que numerosas
fábricas realizasen relojes que compartían en su totalidad las ideas del
diseño de Roskopf. Además, muchas de ellas trataron de vender la imagen
de ser la auténtica sucesora de Roskopf. Esta circunstancia es sin
duda, para bien o para mal, motivo de que este tipo de reloj haya tenido
el éxito que tuvo. Algunas abarataron al mínimo el coste de los
relojes, disminuyendo las calidad de éstos, y dando mala fama a los
mismos. Otras sin embargo mejoraron los diseños originales de Roskopf,
superando los relojes licenciatarios de la marca.
La era Post-G.F. Roskopf.
Tras la compra de los derechos de los
relojes Roskopf por parte de Fréres y Schimd se continuó con la marca
Roskopf Patent. la venta de los relojes Roskopf comenzó a multiplicarse
alcanzándose cifras de ventas impresionantes para la época. Sin embargo
los propietarios tenían que competir con numerosas marcas que incluían
“la marca” roskopf en sus relojes, o marcas muy similares (Rosskopf,
Louis Rosskopf, etc…), dándose el curioso caso de que se utilizó el
apellido Roskopf de un carnicero para poder ponerlo acompañado de unas
iniciales en la esfera. Esto sumado a que en algunos casos la calidad de
estos relojes era similar o superior a los Roskopf Patent originales,
desató una guerra encarnizada. Una de las víctimas notorias de la misma,
fue el propio hijo de Roskopf, Fritz Edouard, a quién no le fue posible
utilizar su apellido en los relojes por el fabricados, algo que no
ocurrió con otras muchas marcas que copiaron el modelo antes de la
patente de 1888.
Fritz Edouard tuvo un hijo que se llamaba Louis Frederic, quien se
dedicó al comercio de aves exóticas. En uno de sus viajes a la Chaux de
Fonds fundó con el relojero Léon-Henri Reinbold la Louis Roskopf &
Cie. Esta compañía fabricó relojes bajo varias marcas (Louis Roskopf,
Petit fils Roskopf, Roskopf Nieto, etc…) llegando a vender unos diez
millones de modelos Roskopf. En 1923 se fusionó con Reconvilier Watch
Co.la cual estuvo activa hasta la década de los 70.
La dura competencia no hizo sino que la
propia Roskopf Patent tuviese que mejorar su calidad. Se comenzaron a
fabricar modelos conmemorativos en cajas de plata, acero pavonado, con
esferas decoradas o enlentejadas, modelos sabonetas (3 tapas), etc…..
Sin embargo es muy probable que a pesar de estos relojes aumentados de
calidad y decorados, no alcanzaron el nivel de otras marcas. A este
respecto otras marcas consiguieron niveles de decoración y mejoras
mecánicas considerables llegándose incluso a la fabricación de
cronógrafos y sonerías. Todo esto, en cierto modo se debió a una extraña
ley federal suiza que no permitió a los fabricantes de relojes realizar
modelos distintos a los que ya fabricaban. De esta manera ciertas
marcas de alto prestigio hoy en día comenzaron su andadura con la
fabricación de modelos Roskopf como por ejemplo Oris.
El papel de los minoristas de joyería en la popularización del Roskopf.
Con la explosión de marcas que
fabricaban relojes Roskopf debido a la gran venta de los mismos, se
produjo otro fenómeno que perdura aún en nuestra época. Muchas
relojerías de la época solicitaban relojes personalizados, por lo que
hoy en día se encuentran una gran numero de relojes tipo roskopf con los
nombres de dichas relojerías en las esferas, lo que los hace
especialmente atractivos para los coleccionistas locales, máxime, cuando
la mayor parte de ellas han desaparecido.
La joyería-relojería mas popular de las
que han estampado en sus esferas y cajas su propia marca, es sin lugar a
dudas la joyería Cubana “Cuervo y Sobrinos”. Esta relojería fue
dirigida por D. Armando F. Río y Cuervo, Asturiano que se afincó en Cuba
llamado por su tio D. Ramón Cuervo. Posteriormente se incorporaron al
negocio más sobrinos de D. Ramón Cuervo.
Esta relojería se dedicaba a importar
relojes suizos de calidad, añadiendo posteriormente distintas marcas a
los mismos, con la particularidad de ser los únicos importadores de los
mismos. Los famosos relojes Roskopf Patent y otras marcas de calidad
como Longines se marcaban con “cuervo y sobrinos, únicos importadores,
Habana”. En el caso de los relojes tipo Roskopf que no pertenecían a la
Roskopf Patent se usaron otras marcas comerciales, como Lorenzo Mugno
para los relojes Rosskopf Patent (nótese la presencia de dos S),
Francisco Blanco para los Roskopf Fréres , Río Hermanos para los Genre
Roskopf y Marino Noval para los W.Rosskopf & Co. Cuervo y Sobrinos
se comercializa en la actualidad, bajo una estrategia comercial que
trata de hacer creer a los clientes que sus relojes evolucionan de una
gran marca relojera de principios de siglo pasado, nada más lejos de la
realidad.
Al igual que Cuervo y Sobrinos, fueron
muchas las relojerías que marcaron en las esferas de los relojes suizos
sus propias señas de identidad. España no fue ajena a esa corriente y
prácticamente en todos los rincones del país se las relojerías marcaron
su seña de identidad. El roskopf fue un reloj que destacó por su escaso
mantenimiento, aspecto que lo hizo muy famoso además de entre la clase
proletaria, en las zonas rurales dedicadas a la agricultura y la
ganadería. Es por ello que nos es raro encontrar modelos de este tipo de
reloj marcados por relojerías de lo que hoy en día son pueblo no
demasiado grandes, al igual que a principios de siglo. En este sentido
cabe destacar que estas relojerías solían elegir aquellos relojes que
destacaban por su calidad, por lo que normalmente son piezas realmente
excepcionales.
Consideraciones Finales.
Una frase popular del refranero español
versa “el tiempo es aquel juez, que termina poniendo a cada uno en su
sitio”. G.F. Roskopf fue un magnifico relojero y el tiempo lo ha puesto
en su sitio. ¿Cuantos de sus detractores coetáneos de La Chaux de Fonds
son tan recordados?. Nos encontramos ante una de las piezas claves de la
relojería. Un reloj creado para los menos pudientes, y que en la
actualidad es un objeto de culto. Con el paso de los años se ha
comprobado que se han vendido nada más y nada menos que sesenta millones
de modelos basados en el sistema Roskopf, algo que no se repetiría
hasta la década de los ochenta con el fenómeno Swacht. Roskopf será
recordado como uno de los grandes genios de la relojería, puede que sus
relojes no estén embutidos en una caja de oro de 18 kilates, que los
rubíes es sus centros sean prácticamente los mínimos imprescindibles,
que no fabricase relojes con demasiadas complicaciones,………….. o quizás
si, porque a fin de cuentas contribuir a cambiar el mundo debe ser
bastante complicado.
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